Siempre hay clases

EL MERCADO de deuda europeo es injusto y parcial. Eso lo saben en Dublín y en Lisboa. Madrid todavía está en pañales, aprendiendo a restar y a dividir. ¿Cuándo llegará la hora del milagro que multiplica los panes y los peces? El Gobierno de aquí se conforma con afirmar que «hay países que no quieren que bajen los diferenciales de deuda», con el fin de dar a entender que nosotros seremos deudores de por vida –mecachis en diez– y que Portugal e Irlanda acuerdan extender los vencimientos de sus créditos para financiar los planes de rescate un poco antes de ahogarse. No se nos va de la cabeza Chipre. Ni la idea de que las diferencias de clase en Europa acabarán obligándonos a comer chinchetas si es que las encontramos. Sobre todo si escuchamos decir a Montoro que no subirán los impuestos este año; sí, pero después que su secretario de Estado acabara de hacerse un amasijo hablando de la «estructura en los impuestos». En este Gobierno lo mejor es llevar, para irla tocando siempre, madera en los bolsillos (la cabeza de los miembros del Gabinete nos quedan a trasmano). Acuérdense del IVA.